Excursión realizada el día 13 de diciembre 2015.
Se trata de un trayecto de dificultad baja que da comienzo y finaliza en el pueblo de Restábal. La distancia cubierta gira en torno a los 10 km.
Esta excursión resulta un tanto atípica para lo usual en el club Senderos y se debe a que coincidía con una comida de Navidad y despedida del año, lo que nos obligaba a acortar el itinerario para llegar a tiempo al restaurante.
Comenzamos en el pueblo de Restábal, muy cercano al embalse de Béznar, ya en el Valle de Lecrín. Allí se aprovecha la GR-7, esa ruta de la que ya anduvimos un trecho no hace mucho en la zona de las Alpujarras orientales, cuando estuvimos en Laroles y Válor. Saleres, el siguiente hito del itinerario, se encuentra a un kilómetro y medio de vergel Mediterráneo a base de parterres de naranjos y limoneros, todos ellos henchidos de frutos de buen color. En otras épocas la zona debe ser embriagadora con el olor del azahar.
Los mapas marcan que esta parte de la GR-7 tiene el nombre de Calle San Cristóbal, hasta que se junta con la carreteruela GR-3300. Prácticamente, toda esta parte es llana y se dirige, en dirección oeste, hasta llegar a Saleres en un corto espacio de tiempo.
Dejamos el pueblo de Saleres por su linde sur, atravesando el puente sobre el río Albuñuelas. Desde ese momento, juguetón, el río nos irá entrecortando aquí y allá el camino, el cauce que él mismo no llega a cubrir.

Avanzado un trecho vemos en dónde se apaga parte de su caudal y es que la mano del hombre ha construido una presa que limita el posible furor de sus crecidas.

Sorteamos la construcción y dejando a la izquierda algún que otro sendero de dudoso pero atractivo recorrido y a la derecha el legamoso estanque formado por la presa. Falta poco para llegar a Albuñuelas, el punto más occidental de nuestro camino.

En este momento nosotros nos apartamos y cruzamos un parterre privado, donde descansamos, con la anuencia de la dueña que era, a la postre, nada menos que nuestra guía. Los que quieran imitar nuestra excursión deberán llegar hasta Albuñuelas y seguir la margen del río, que en esa zona cambia el nombre a Saleres, según dice Google Maps, y superar el puente de su lado más hacia el oeste, para comenzar la ascensión por el sendero que nosotros cogimos tras el desayuno.
Toca subir, porque nos vamos a elevar por encima del valle. Un sendero agradable y no demasiado empinado nos va tomando la medida. En su ribera comienzan a maridarse, junto a los cítricos, los olivos, algunos cargadísimos de aceitunas que ya toca recoger, como vimos en directo. También algunos almendros, estos ya bastante pelados y con alguna almendra agarrada a la rama, como negándose a reconocer que llegó el invierno. No sin razón, vistas las temperaturas y la pluviosidad.
Todo el ascenso nos lleva a atravesar el Barranco de las Cabezuelas, coger una pista forestal y superar el Arroyo de las Adelfas. En estos tramos la pendiente sigue subiendo para dejar atrás el valle y nos deja finalmente en la llanura superior, en un paraje menos frondoso y más seco.

Va llegando así el final de la pendiente, momento en que dejamos de dirigirnos al sur y cogemos la pista que nos va a devolver a Restábal. De camino vemos desde lo alto, no demasiado lejos, como echados al sol, Albuñuelas, Saleres y el propio Restábal.

Ya casi hemos terminado. Más tarde cogemos un sendero que desciende zigzagueando hasta el suroeste de Saleres y cuando nos queremos dar cuenta estamos de nuevo en el puente sobre el río Albuñuelas.
Deshacemos el trayecto y llegamos con tiempo sobrado para disfrutar de la comida.