Excursión realizada el día 6 de diciembre 2015.
Se trata de un trayecto de dificultad media que da comienzo y finaliza en el Barranco de San Juan (Güejar Sierra). La distancia cubierta fue de unos 20 km.
El frío lógico, de diciembre, de la sierra y del río, nos dio la bienvenida a los componentes del club cuando bajamos de los coches en el Barranco de San Juan. Para entrar en calor, una vez nos reunimos todos, nada mejor que comenzar a caminar a paso vivo. Atravesamos el puente que supera el Genil, que baja ruidoso y rápido pese a la poca lluvia, y comenzamos a ascender lentamente, siguiendo la Vereda de La Estrella.

No es mucho el tiempo que nos dirigimos, por esta vereda, hacia el este, pues a poca distancia tomamos un sendero que gana rápidamente desnivel. Por ese camino, en parte paralelo al Barranco de San Juan, pasamos primero junto a La Hortichuela y, algo después, por el Cortijo del Hoyo.


Si he dado el calificativo a la excursión de dificultad media se debe a toda esta primera parte, bastante empinada. Pero todo el esfuerzo que supone la subida va quedando compensado por las magníficas vistas que se nos ofrecen y por la compañía ineludible y agradecida, en toda la zona, del roble llamado melojo, que enmoqueta con sus hojas lobuladas marrones grandes extensiones del sendero y nos presenta un tipo de bosque bastante distinto a los frecuentes pinares.
El Cortijo del Hoyo consiste hoy día en un paraje muy agradable en el que reposan los restos de algunos muretes de piedra vista, viejo recuerdo del cortijo que da nombre a la zona.

Sirve tanto de mirador como de cruce de caminos, puesto que desde este punto parten, por un lado, el sendero hacia Haza Mesa y, por otro lado, el sendero hacia Cabañas Viejas y los Cortijos del Hornillo. Este segundo es el que nosotros tomamos una vez hecho un breve descanso.
Seguimos por la llamada Loma del Muerto por el senderillo más bien estrecho que nos lleva al siguiente punto del itinerario.

Por entonces me advirtieron algunos de los veteranos del grupo, que ya han hecho este camino en otras ocasiones, que pese a su aparente bondad y su trazado poco empinado (con alguna cuesta que otra, no obstante), en tiempo de nieves y frío es posible encontrar tramos difíciles de transitar por la concentración en algunos puntos de hielo, especialmente por donde bajan aquí y allá riachuelos desde lo alto. En esta ocasión hacía frío pero este invierno ha sido particularmente poco lluvioso y el calor se mantuvo hasta noviembre, de modo que no hay problemas y se puede contemplar con tranquilidad, mientras se camina, la perspectiva que se abre hacia el barranco.
Pasado un rato alcanzamos el desvío hacia Cabañas Viejas que al parecer queda a medio kilómetro bajando desde ese punto. No obstante nosotros seguimos directos hacia los Cortijos del Hornillo (algunos los nombran en singular pero los carteles que nos encontramos prefieren el plural) que a buen paso no tardan en aparecer junto con unas espléndidas vistas tanto del otro lado del barranco como de la Alcazaba y el Mulhacén.



Los Cortijos del Hornillo consisten en la actualidad en la adaptación de las dependencias de un antiguo cortijo a las funciones de refugio. Un total de tres estancias distintas, al menos una de ellas con chimenea, otras dos con mesa, todas algo oscuras, suficientes para dormir (alguna contiene litera de tablas de madera). En nuestra visita la más alargada tenía un par de sacos de dormir extendidos y diría yo que ocupados aunque, de ser así, ¡vaya horas!
Pues bien, si desde aquí la vista es realmente grandiosa, lo que nos espera poco más adelante, siguiendo el sendero, deja sin palabras. Como bien me advirtió uno de los compañeros del club, lo que se presenta ante el caminante te doblega y el paisaje te exige que te detengas y lo contemples, casi como una orden mental. Da igual lo que estés haciendo o pensando, la vista queda atrapada ante la grandiosidad a la que, tristemente, ninguna foto o descripción puede hacer justicia.
Es hora de continuar aunque el cuerpo se resista a dejar de mirar y a disfrutar el momento.
Siguiendo el mismo sendero de nuevo en dirección este afrontamos un descenso que se va volviendo cada vez más pronunciado. Los troncos de algunos robles, cortados y abandonados en el camino, junto con la abundante hojarasca, vuelven algo resbaladizo y dificultoso el avance que hubimos de afrontar con cierto cuidado.

Finalmente llegamos a la confluencia de este sendero con la Vereda de la Estrella, a la altura de los restos de habitáculos para aquellos mineros que explotaron en su tiempo las oquedades que dan nombre al sendero. Un tanto irónico el nombre, a poco que se conozca cómo se vivía allí y cómo llegó el final de la actividad minera, pero esa es otra historia.
Una o dos curvas más adelante desciende el Guarnón. Allí atraviesa un puente y hay un pequeño rellano donde se puede comer o hacer un descanso oyendo el discurrir del agua que baja impetuosa desde las cercanías del Veleta. Así lo hicimos nosotros.

A partir de aquí iniciamos el regreso hacia el Barranco de San Juan utilizando la Vereda de la Estrella, a la izquierda la falda de la montaña, a la derecha la pendiente hasta el Genil, que aparece a la vista de cuando en cuando, entre los muchos árboles que crecen en sus márgenes. En ocasiones el camino es encerrado por ramajes y parece transportarnos quién sabe a qué paraje de algún tenebroso cuento de los hermanos Grimm.
Pero es solo un espejismo y tras pasar junto al abuelo, el viejo castaño que descansa a un lado del camino ajeno a las idas y venidas de turistas y excursionistas, llegamos sin más novedad hasta el inicio de la excursión.
Muchas gracias a todos los componentes del club Senderos por su camaradería, su generosidad (hablaba la semana pasada de membrillada y mira por donde, esta semana pude catar del que trajo Pilar), sus consejos, su guía y por convertir este proyecto de blog, con sus comentarios y su participación, en un lugar compartido.
Las fotos de esta entrada, incluído el itinerario y el gráfico de desnivel, son de Angus y Rafael.