La Peza – Tajo Burraco

Excursión realizada el día 23 de abril 2017.

Se trata de un trayecto de dificultad baja que da comienzo y termina en la localidad de La Peza. La distancia cubierta se situó en torno a los 8 km.

Era tiempo en el club de disfrutar de la comida de primavera y nos desplazamos, como en ocasiones anteriores, hasta el área recreativa Fuente de la Gitana, a poca distancia de La Peza. Como en ocasiones anteriores habíamos repetido el ascenso a Pico Bermejo, optamos esta vez por realizar otra ruta. Aparcamos los coches al este de La Peza y partimos en dirección norte hacia el Embalse de Francisco Abellán.

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Reproducción de uno de los cañones de los que luego hablo

Pasamos junto al Molino del Capitán paseando por prados incultos plagados de flores silvestres, entre las que destacaban numerosas amapolas rojas y moradas.

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Amapola morada
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Profusión de flores
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Muscari neglectum o nazareno

En algún punto debíamos cruzar un puente pequeño que no acabamos de localizar de modo que nos dirigimos hacia la carretera y tomamos el camino que parte rumbo al norte con una indicación de carretera cortada a kilómetro y medio.

Es una pena que el embalse se encuentre con tan poco caudal, aunque esto nos facilitó su paso hacia la otra orilla, una vez superado el final del Barranco de Jorge. Enfilamos poco a poco hacia el noreste por una rambla seca que nos adentra en territorio de badlands que me atrevería a llamar la Arizona granadina, muy al estilo del valle de Gorafe. Torrentes de gravilla que se elevan gris y blanco, moteados de pequeños arbustos, hasta topar con el ocre de la tierra arcillosa y terminar en la cima.

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Rambla seca

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Todo esto, según los mapas, es suelo anegado por el embalse, de modo que en épocas lluviosas podría ser de difícil tránsito. Estamos llegando ya al Tajo Burraco (también se le llama Borruecos, Borraco, Morraco…) aunque nosotros pasaremos bordeándolo.

Continuamos haciendo poco a poco una curva hacia el sur, flanqueados por un bonito pinar y las escarpaduras del terreno y elegimos para desayunar un punto a no mucha distancia de la placa conmemorativa a Manuel Atienza, aquel alcalde de muchos arrestos o cabezonería, según quien cuente la historia, que antes de rendir La Peza a los franceses, se despeñó desde lo alto. El episodio francés ha dejado una honda huella en el recuerdo de la zona, en especial por aquello de los cañones improvisados de madera que no sé sabe bien a quién causaron más estragos, si al invasor o a los defensores, pero que se erigen como pruebas contundentes de la determinación del pueblo lapeceño.

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Placa conmemorativa colocada en 1960
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Vista de la zona desde el lugar en el que se encuentra la placa

Seguimos nuestro periplo para dar la vuelta y tras superar un leve desnivel, nos topamos con el desfiladero de Las Canteras. Es uno de esos parajes que bien merece una pequeña parada para contemplar los alrededores y el efecto del agua y el viento sobre las rocas.

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Las Canteras
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Las huellas de la erosión

Ahora nuestros pasos nos llevan hacia la GR-4104 que pisamos a la altura del kilómetro 3 y dejamos casi en el 2. Cogemos el senderos del Cerro de Santa Lucía y desde ahí se abren bonitos miradores hacia el pueblo y parte del Embalse.

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En mitad de la carretera, sin inmutarse por nuestra presencia y comiendo hormigas, se encontraba esta culebra

Ya desde aquí bajamos, en dirección oeste, pasamos junto a la Ermita de Santa Lucía y pronto estamos en las calles de La Peza otra vez.

Como dije, esta era una de esas excursiones cortas que se realizan cuando vamos a hacer una comida. Volvimos, por tanto, al área recreativa, donde nos esperaban el cocinero y los ayudantes que habían preparado una rica paella. Mientras reposaba, por la zona se podía visitar el nacimiento del río Morollón y contemplar el esplendor de las flores de estos días, en especial la aulaga, la jara y los dientes de león.

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Mata Bejid – Castillejo

Excursión realizada el día 9 de abril 2017.

Se trata de un trayecto de dificultad media baja que da comienzo y termina en el centro de visitantes de Mata Bejid (Jaén). La distancia cubierta se situó en torno a los 18 km.

Para ser exactos esta excursión es una réplica de la que hicimos el año pasado a finales de enero, si bien en esta ocasión aprovechamos la vuelta para acercarnos a Mata Bejid, la finca cercana al centro de visitantes. Por tanto, me remito a la entrada de entonces por lo que se refiere al itinerario.

Entre los pocos cambios que puedo señalar, sabedor de las interesantes cuevas que hay en el trayecto, resultó que me adentré un poco en la sima de desconocido nombre que hay cerca de la intersección que lleva a la hoya de los quejigos. Apenas 30 metros porque no iba bien preparado, salvo por el frontal.

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Detalle del interior de la sima.

En la explanada aproveché igualmente para retratar de nuevo el inmenso quejigo que se alza provocador.

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Quejigo I le dije en la anterior ocasión. Y lo mantengo.

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La erinacea anthyllis, conocida como cojín de monja, en algunas zonas estaba en flor.
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Detalle de la Fuente de … bueno, de la fuente.
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Del susto de vernos, esta rana saltó a la fuente y más tarde se escondió en el fango del fondo. No hubo manera de besarla.
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El Castillejo, ya visitado en la anterior ocasión. De fondo se aprecia el pico Almaden, con sus antenas.
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Otro regalo en forma de avistamiento de lagarto.

Terminada la excursión prevista aprovechamos para acercarnos a la cercana aldea de Mata Bejid, un lugar sorprendente que parece salido de principios del siglo pasado. Primero en manos de unos empresarios catalanes (aquí habitó al parecer el torero «Bombita») y más tarde repartido en lotes, el lugar se encuentra algo descuidado pero tal vez por ello desprende ese encanto melancólico. Se encuentran allí una ermita y una almazara, con sus máquinas y todo, completamente abandonadas.

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La gran casa.
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Ermita con fuente delantera.

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Almazara abandonada.

Y hasta aquí la pequeña crónica del domingo. No me quiero despedir sin dar las gracias a la persona que nos atendió en el Centro de Interpretación de Mata-Bejid, un hombre majísimo que nos ayudo mucho con algunos problemas logísticos y nos facilitó toda la información que le solicitamos, que no fue poca. Lamento no haberle preguntado el nombre. Sea como fuere, ¡mil gracias!

Canal de la Espartera – Pico de la Carne – Matas Verdes – Arenales del Trevenque

Excursión realizada el día 2 de abril de 2017.

Se trata de un trayecto de dificultad media baja que comienza y finaliza junto al Cortijo Sevilla y el Canal de la Espartera, al sureste de La Zubia. La distancia cubierta se sitúa en torno a los 17 km.

Radiante día de domingo que aprovecharon muchos para subir a las inmediaciones de Cumbres Verdes para comenzar por la zona alguna de las muchísimas rutas que se pueden realizar en esa zona. Por nuestra parte, bajamos de los coches, nos pusimos crema solar y tomamos el camino que sale hacia la izquierda desde el Canal de la Espartera, un carril de tierra que nos lleva hasta el Puente de los Siete Ojos.

Nada más atravesar el puente comienza una pendiente empinada hacia las alturas que poco a poco nos eleva hacia miradores espléndidos. El Trevenque, los picos de Sierra Nevada, la Boca de la Pescá, las crestas de los Alayos e incluso en la lejanía montañas como El Lucero.

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Boca de la Pescá con su puesto forestal y lejanas estribaciones de la Sierra de Tejeda y Almijara

Existen dos maneras de alcanzar el techo del día, a saber, el Pico de la Carne. Uno va más directo, aprovechando la cresta desde Cerro Gordo. Es más empinado (y exigente) y finaliza de modo que se debe rodear el pico por la base o medio escalar. La otra opción supone recorrer un sendero por la falda del pico, a la izquierda según avanzamos, para llegar a un punto desde el que se puede continuar viaje o subir por un arenal. Nuestro grupo se dividió entre ambas opciones.

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Ascenso por la cresta, vía más directa pero algo más dura.
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El Pico de la Carne visto desde el nornoreste. Como telón de fondo, los Alayos.

Coronado o no el pico habremos ascendido entre 300 y 350 metros de desnivel. Ahora tomamos el camino que lleva hacia Cerro Gordo aunque no llegamos a subir hasta su cima y la dejamos a nuestra izquierda. Las vistas al Trevenque y a Sierra Nevada ganan protagonismo. El sendero, por lo demás, es bastante fácil de seguir. En un momento dado, lejos a la izquierda, aparece el carril que tomaremos en dirección este. Algunos lo enfilan casi directo pero otros aprovechamos para seguir cresteando.

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Cima del Pico del Tato. Apenas se vislumbra en el centro de la foto algunos de mis compañeros. A la izquierda, el carril.

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Sostenida con dificultad, una hermana lejana de la famosa piedra de la Ciudad Encantada.

Los que aún no lo habíamos hecho, descendemos al sendero y continuamos en dirección este. Dejamos el desvío a la Cortijuela y nos encaminamos en una nueva subida hacia el bonito y frondoso paraje de Matas Verdes. En este momento alcanzamos el punto álgido de la excursión, casi 1900 metros sobre el nivel del mar. La zona tiene mayor vegetación de la vista hasta el momento y pronto nos rodean los pinos. También abundan el romero y la aulaga.

Desde ahí cambiamos rumbo y comenzamos a descender haciendo una gran curva por la Solana de la Dehesa, en la falda de la Loma de los Panaderos, hasta llegar a la fuente del río Aguasblanquillas.

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Solana de la Dehesa.

Comemos en la zona y seguimos. Vamos saliendo poco a poco de la parte boscosa que de manera paulatina pasa a matorral bajo y, finalmente, cambia el paisaje por completo. Nos encontramos en el páramo casi lunar de los arenales del Trevenque, digno escenario si así se quisiera de una película del oeste. A muchos puede parecerles un lugar yermo y desolado pero a mí me resulta especialmente sugerente.

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Ojo con las emboscadas de indios y forajidos.
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Este árbol, con su sombra, resistiendo en medio del erial, merecía un toque artístico en blanco y negro.
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Descendiendo. Apenas se nota pero por encima del caminante hay un resquicio de luna en cuarto creciente.
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Punto final de los arenales.

Cuando terminamos el paseo por esta zona y ascendemos al pequeño parapeto, aparece ante nuestra vista en la lejanía el lugar del aparcamiento de los coches. Existen muy diversos caminos y senderos que nos conducen allí, algunos más empinados y otros menos, y cada cual escoge el suyo. En 30 o 40 minutos estamos de nuevo en el punto de inicio.