Se trata de un trayecto de dificultad media que da comienzo y finaliza en el pueblo de Dílar, Granada. La distancia cubierta se situó en torno a los 20 km.
Se trata de un recorrido bastante bien señalizado en el que lo único que puede despistar al principio es la salida en dirección sur. El buen día que nos hizo y la cada vez más evidente llegada de la primavera nos permitió disfrutar de una excursión agradable y vislumbrar numerosa flora, nada más salir de la zona de olivares y el posterior campo de trigo verde intenso.
A la salida del pueblo, Castillo del Marqués de Dílar (S. XIX). Se toma el camino de la derechaCartel indicador. Nosotros seguimos el sendero de Cuevas de los BufaosEl grupo se dispersa, cosa rarísimaLos cereales verdes nos rodean según avanzamos…… para dar paso a las flores silvestresFlores de espino albar (crataegnus monogyna)
La flora de la zona es riquísima y nos detiene a cada momento el deseo de contemplar los especímenes y comentar con los botánicos del grupo (especialmente Mª. Victoria) el nombre y variedad de cada una. El elenco, incompleto, incluye: dientes de león, barbas de chivo (tragopogon), jaras de flor rosa y blanca, tulipanes y orquídeas silvestres, rucas (eruca vesicaria), almorta de monte (lathyrus cicera), peonías, jopos, piornos, nazarenos (muscari neglectum), iberis, ranúnculos, amapolas…
Rucas (eruca vesicaria)Orquídeas silvestresTambién dejamos a los bordes del camino algunos almendros, encinas y pinos
Después de una subida pronunciada se alcanza el primer hito de la excursión: la silleta del Padul, desde la que se ofrecen unas vistas que abarcan larguísimas distancias en dirección norte y sur, como si se desplegara un mapa topográfico en el que no es difícil determinar qué pueblo es cada uno de los que alfombra el paisaje.
Parte de nuestra comitiva junto al vértice geodésico
Más tarde nos desplazamos hasta la piedra ventana, espectacular accidente del terreno en el que el hueco horadado en una piedra crea un enmarcado mirador.
Algunos valientes posan en el borde de la piedra ventana
Desde aquí desandamos unos metros y retornamos al camino que nos lleva hacia la Ermita Vieja de Dílar.
Al llegar allí hicimos una parada para comer, descansar y si nos descuidamos, echar una cabezadita. El lugar y el tiempo invitaban a ello. No obstante nos levantamos y continuamos en dirección a la Ermita Nueva y finalmente hasta alcanzar nuestra meta, el pueblo de Dílar.
Una vez más aprovecho para dar las gracias, por poner a mi disposición sus fotos, a Padial, Rafael, Mª Victoria y Pedro. También a Mª Victoria por ayudarme a identificar cada planta.
Se trata de un trayecto de dificultad alta que da comienzo en Cumbres Verdes y termina en Dílar. La distancia cubierta se situó en torno a los 20 km.
La semana anterior habíamos disfrutado de una excursión por la misma zona, aunque nos quedamos con ganas de más. Especialmente, tras demorarnos a los pies del Picacho Alto y decidir que la falta de tiempo impedía su coronación. Por tanto, recuperadas las fuerzas y con ganas de superar el reto, subimos la apuesta y nos enfrentamos a una integral por los Alayos. Puedo decir que probablemente es la más espectacular de las excursiones que he tenido la suerte de hacer con el Club Senderos.
El comienzo, tras bajar del autobús hasta Cumbres Verdes, fue idéntico al de la semana anterior, hasta llegar al abandonado Cortijo Sevilla. Una vez allí comenzamos a descender siguiendo el Canal de la Espartera. De fondo nos acompañaba el lejano ruido del río Dílar, del que asomaban aquí y allá, entre los árboles, algún salto que otro.
Al fondo, el río Dílar.
Al cabo de un buen rato, contemplando a nuestra derecha la inmensa mole de nuestro objetivo, los Alayos, llegamos hasta la pequeña central del canal. En ese momento nos dimos un ligero descanso de cara al próximo reto.
Alayos desde el Canal de la Espartera.Toma del Canal.
Encontramos muy cerca un paso sobre el río hecho de troncos caídos y atados, seguro aunque un poco escabroso.
Cualquiera diría que estamos en la selva 🙂
Por allí cruzamos e iniciamos el sendero marcado en árboles y piedras con tinta verde.
Siguiendo el sendero «verde».
Este primer ascenso nos llevó hasta un imaginario cementerio de pinos, si estos pudieran moverse y elegir como elefantes un lugar para morir. Por esta zona resultaba complicado seguir la vereda incluso con las pintadas verdes, pero siempre subiendo se toma pronto el camino correcto.
¿Y ahora, por dónde?
Continúa el desnivel a través del pinar hasta llegar a la falda de los picachos más orientales del macizo, donde desaparece casi toda la vegetación salvo los matojos a ras de suelo que se agarran con firmeza y amenazan con sus punzantes tallos. A lo lejos contemplamos el Trevenque.
Un invierno tan raro tiene estas cosas. Procesionarias en diciembre compartiendo paraje con alguna zona escarchada.
El Trevenque.
Más ascenso aún nos lleva por fin a los primeros miradores privilegiados de la ruta. Estamos entonces en el Collado del Pino y hemos superado un desnivel, entre la toma del canal y el sendero que ahora vamos a seguir, de cerca de 500 metros.
Ahora toca disfrutar caminando por las crestas y parando a contemplar el impresionante paisaje que se despliega a nuestros pies.
Puntales del Tigre, si no me equivoco.Disfrutando de los miradores.
Alcanzamos a pasar por los Tajos de la Virgen (de Dílar) y algo después el Corazón de la Sandía.
Hacia el Corazón de la Sandía.
Dadas las fechas y sabedores de la costumbre que hay de ubicar allí un Belén, al abrigo de las rocas del picacho más septentrional, nos acercamos a contemplarlo.
Junto al Belén.1981 metros de altitud, reza la inscripción.
Hacia el oeste nuestro siguiente reto, el altivo Picacho Alto. Hacia allí partimos.
La subida al mismo tiene algún mal paso que hay que superar con cuidado y agarrando la piedra, pero no nos amilanamos y con un último esfuerzo alcanzamos la cima.
A esas alturas no quedan adjetivos para calificar las vistas. Sacamos los bocadillos y disfrutamos de la merecida recompensa posando los ojos a todo alrededor.
En la cima del Picacho Alto.El descenso que nos espera, con el Sauco en primer término.
La siguiente etapa nos lleva a reencontrarnos con el sendero que seguimos la semana anterior, entre el Picacho Alto y el Sauco, para descender hacia el Barranco de Poca Leña y, finalmente, alcanzar las lindes de Dílar.
Un pino hace de improvisada «puerta» en el sendero.Romero en flor.
Aprovecho para desear un Feliz Año 2016 a todos los que me leen. Que 2016 os traiga grandes momentos de disfrute en la naturaleza.
Se trata de un trayecto de dificultad media alta que da comienzo en Cumbres Verdes y termina en Dílar. La distancia cubierta se situó en torno a los 24 km.
Amanece una vez más fresco pero con sol en este diciembre nada invernal, más bien otoño seco que perdura según pasan los días. Nosotros aprovechamos el autobús que parte de Granada y nos deja en Cumbres Verdes para dar inicio a la excursión del día. Siguiendo el camino llegamos pronto a las cercanías de la Fuente del Hervidero, con su merendero aledaño, y algo después hasta el lugar de aparcamiento de coches donde se inicia la ruta del Canal de la Espartera, el paseo hacia la Boca de la Pescá y otros itinerarios. En nuestro caso, iniciamos en ese punto el descenso hacia el Río Dílar.
Boca de la Pescá.
Poco a poco nos van rodeando las montañas, con el macizo de los Alayos como principal hito en una dirección, y la Boca de la Pescá en la otra. A lo lejos alguna cabra se aleja al escuchar nuestros pasos.
El sendero por el que vamos a continuar descendiendo se torna en cierto momento algo complicado, angosto y lleno de tierra y pequeñas piedras de las que se desprenden al pisar. Se trata de un tramo que en condiciones meteorológicas adversas o tras un buen chaparrón puede resultar difícil de transitar. Incluso son el buen tiempo requiere cuidado.
Continuamos y pronto llegamos al cauce del Río Dílar, al que acompañaremos un buen rato siguiendo sus frondosos márgenes.
Varios pinos caídos en el sendero se convierten en improvisadas puertas algo misteriosas.
Toda esta parte de la excursión es especialmente bonita. Vegetación abundante típica de río, imponentes moles de piedra que asemejan en ocasiones torres o fortificaciones construidas por el viento, diversas plantas algo desconcertadas, sin saber si toca ya florecer o el tiempo se ha vuelto loco, el constante arrullo del río…
A ver si alguien me sabe decir el nombre de esta planta cuya flor se asemeja al algodón y que suele encontrarse agarrada a otros árboles.
Resulta muy recomendable llevar unas botas de las que no permiten el paso del agua y un bastón o palo en el que apoyarse para poder cruzar el río Dílar, cosa que habremos de hacer al menos en cuatro o cinco ocasiones.
Uno de los muchos momentos en que hay que atravesar el río Dilar.Y otro de esos momentos.
No lejos de la Central Eléctrica atravesamos un puente, algo escondido, y nos dirigimos al Barranco de la Rambla Seca.
Barranco de la Rambla Seca.
Aquí viene la parte dura de la excursión. Primero con un desnivel no demasiado pronunciado pero largo y constante, sobre tierra de poca firmeza. A esto se suma, bastante más adelante, un desvío hacia la izquierda que nos remonta con una pendiente bastante pronunciada, cubierta de pinos y algunas encinas, hasta las alturas más prominentes de la zona.
Ha pasado lo peor.
Toca ahora bordear la falda del promontorio que da fin al barranco para acercarnos al Picacho Alto. De nuevo nos encontramos algún tramo que requiere paso sosegado y firme apoyo del pie.
Cuidado que aquí también escurre un poco.
Nos damos un descanso en la zona para comer y disfrutar de las vistas justamente conquistadas. Estamos en el corazón de los Alayos y podemos contemplar el Corazón de la Sandía, el Picacho Alto, el Sauco, o bien a lo lejos, la Boca de la Pescá y el sendero que la enlaza con el principio de nuestra excursión.
Picacho Alto.Boca de la Pescá, apenas se intuye el puesto forestal en la alto.Corazón de la Sandía.Siguiendo el sendero hacia el Picacho Alto.La grandeza del paisaje y el fotógrafo intentando captarla.La sierra y la luna.
Entre el Picacho Alto y el Sauco comienza nuestro descenso, tras considerar que la oscuridad temprana de estos días desaconseja coronarlos, pues nos expondría a una bajada arriesgada con poca luz. Desde esta vertiente del macizo montañoso se alcanza a ver incluso el Lucero.
Descendiendo. Pista que seguiremos y muy a lo lejos, El Lucero.
Continuamos y pronto llegamos a la pista que vamos a seguir durante un corto tramo, para introducirnos en un agradable sendero que se esconde entre los abundantes pinos y que nos lleva hasta la ermita vieja.
Ermita Vieja.
Echamos un trago en la fuente que allí hay y volvemos a descender, otra vez por pista aunque de arena ocre. Se puede seguir un sendero zigzagueante que se adentra algo más en el pinar, pero por cuestiones de tiempo preferimos la ruta más directa, que tampoco está exenta de encanto.
Y de este modo vamos acercándonos a Dílar, esta vez cuesta abajo, lo que nuestros pies y nuestras rodillas seguramente se encarguen de recordarnos a estas alturas.
En dirección a Dílar.
Al girar la cabeza contemplamos, por última vez, la imponente montaña.
Por fin llegamos a la otra ermita, la que tiene Dílar casi en el límite de su población.
Ermita de Dílar.
En este punto terminan nuestras andanzas dado que nos recogieron en coche, si bien la alternativa hubiera sido caminar hacia el interior del pueblo para coger un autobús de regreso. La excursión ha tenido cierta exigencia pero lo visto y vivido son sobrada recompensa. Queda pendiente el reto con el Picacho Alto para una futura ocasión.