Se trata de un trayecto de dificultad media que da comienzo y finaliza en la Venta del Molinillo, en la Sierra de Huétor. La distancia cubierta se situó en torno a los 20 km.
Debido a que se desarrollaron dos excursiones distintas, dado que el grupo se dividió, y a que las festividades han alargado mucho el momento de transcribir esta entrada, en esta ocasión voy a ser bastante breve en las descripciones y me limitaré a dejar constancia, más bien fotográfica, de lo acontecido.
La excursión se iniciaba en las ruinas de la Venta del Molinillo, al parecer antigua parada de los autobuses de la línea Granada-Guadix. A poco de andar encontramos la entrada al Cortijo de la Ermita.
Entrada al Cortijo de la Ermita
Sigue una pista de tierra que se encuentra con otras ruinas, curiosas, del Cortijo del mismo nombre, también llamado el Palacio Árabe.
Cortijo de la Ermita
No muy lejos de allí encontramos la fuente conmemorativa de Manolo el del Molinillo, recordado por sus habilidades como curandero.
Desde aquí vamos a seguir un sendero que nos lleva hasta la Acequia medieval de Fardes, dejando por el camino agradables praderillas cercadas por enormes peñascos.
Desde la abandonada acequia se ofrecen «balcones» desde los que poder contemplar el bosque que nos rodea y, a lo lejos, Sierra Nevada.
Continuamos en dirección a la base del Majalijar.
Allí nos separamos en dos grupos. Uno de ellos, conmigo entre sus integrantes, optamos por coronar la cumbre. El otro rodea la base.
El duro ascenso
Queda poco. Ya se aprecia el vértice geodésico.
Tras superar el desnivel y los neveros que se albergan cara al norte, toca disfrutar del momento e inmortalizarlo con algunas fotos.
Rodeando la base también se encuentran parajes dignos de ser visitados.
Los que subimos hasta la cumbre optamos por bajar hasta una pradera, no muy lejos de la acequia, en la que comemos, tomamos té, se saca la bota y alguno aprovecha para practicar su magnífica dicción inglesa con la palabra «squirrel». Suena extraño, lo sé, pero prometí dejar constancia del hecho.
Recuperamos el camino y llegamos a la Acequia. El tiempo va empeorando poco a poco y toca apresurarse un poco.
Las nubes a la izquierda van avisando de lo que se avecina
Y así, siguiendo el curso, esta vez con agua, de la acequia, llegaremos finalmente al lugar en el que había iniciado el trayecto, regresando por el mismo sitio hacia los coches.
Aprovecho, como siempre, para agradecer las fotografías que he tomado de Pedro Pedrosa, Angus y Rafael.
Se trata de un trayecto de dificultad media que da comienzo en Busquístar y finaliza en Juviles, ambos pueblos de la Alpujarra granadina. La distancia cubierta se situó en torno a los 17 km.
El itinerario que seguimos en esta ocasión transcurre por la llamada Ruta medieval de la Alpujarra, que daría comienzo en Pórtugos, aunque nosotros comenzamos la andadura a partir de Busquístar. Se trata de un sendero con mucha solera como nos recuerda su nombre, transitado por las gentes que habitaban la zona en época árabe. ¿Quién sabe si por estos lares hubo tal vez algún lance militar entre los moriscos sublevados en las Alpujarras y las huestes de Don Juan de Austria? Algunos indicios encontramos al respecto y no debe olvidarse que la toma del castillo de Juviles fue el punto final al conflicto.
Poco después de dejar el pueblo de Busquístar empezamos a descender en dirección al río Trevélez, cobijado entre peñas y barrancos. En algunos tramos fluyen aguas «ferruginosas» que tiñen de ocre su carrera.
Toda esta parte del camino se realiza fácilmente entre bajada y llano hasta llegar al puente que cruza el río. Es el llamado Sendero del Helechal, un nombre que no puede dejar de hacer sonreír a todo tolkieniano, como el autor de esta entrada.
Ha de tenerse cuidado al cruzar el mismo porque tiene por un lado una especie de cerca de alambres de factura endeble e inmediatamente después, un alambre de espino que lo cruza a la altura del pecho.
Comenzamos ahora a subir la escarihuela que asciende hasta el portichuelo de Cástaras. A quién le guste la lengua no puede dejar de disfrutar con la conservación en estos topónimos geográficos de los desusados sufijos despectivos en -uelo/a.
La subida va ganando desnivel y pasado un cortijo desvencijado cada vez se hace más pronunciada, exigiendo cierto esfuerzo coronarla.
Cortijo abandonado subiendo la escarihuela
Una vez en lo alto tenemos unas interesantes vistas hacia el valle del río que acabamos de remontar. No muy lejos, hacia la derecha, se aprecia un puesto forestal. Por lo demás, tenemos un cruce de carreteras que atravesamos, para continuar hacia nuestro siguiente destino: Cástaras.
Apenas se aprecia, pero hay un puesto forestal en el montículo central
Volvemos a descender y pasamos junto a los restos de un túnel, que conoció el trasiego de las vagonetas mineras en tiempos no tan lejanos. Hoy día resulta un solitario e insólito accidente en medio de la nada. Remontándonos mucho más atrás, por estas mismas zonas se cuenta que acamparon las huestes cristianas en la última fase de la guerra contra los moriscos.
Llegamos pronto al Barrio Alto de Cástaras, apenas un puñado de casas blancas, y seguimos nuestra ruta bordeando el pueblo de Cástaras propiamente dicho. En esta parte del camino se ofrecen unos bonitos miradores.
Cástaras
Finaliza el descenso y se continua llaneando en dirección este, por el llamado Caminillo Viejo. Pasaremos cerca de los restos de la mina de Mancilla, algunas construcciones y chimeneas casi demolidas por el tiempo y el agujero en la tierra que nos recuerdan aquella época de finales del XIX en la que la Sierra fue horadada por aquí y por la zona de Güejar Sierra.
Recorremos desde ese momento un tramo de carretera que nos conduce al acogedor pueblo de Nieles.
Desde allí se inicia el último tramo de la Ruta medieval. Tenemos que tomar el desvío que pasa por el antiguo lavadero y desde ahí bajar hasta la rambla de Nieles. Desde ahí toca ascender hasta alcanzar la Acequia de Lobrasán. Si bien el camino está bastante bien señalizado durante todo el trayecto, es en esta parte donde aconsejo más cuidado y atención para no desviarse, porque los indicadores de la ruta se encuentran algo más desperdigados y escondidos.
Siguiendo a partir de ese momento el sendero de la acequia (de cuando en cuando asoman ruedas de metal amarillento del suelo) se llega a una carretera de cemento que remonta con fuerza hasta una alberca antiquísima, no muy lejos de Tímar. No acaba aquí el duro ascenso, porque al llegar al pequeño cementerio de la localidad, casi pegado a los restos de la mina de mercurio de La Retama, tomamos el camino empinado que se dirige a Juviles.
Y por fin llegamos a este pueblecillo cuyo nombre nos trae a la mente el jamón y el vino.
Iglesia de Juviles
La tranquilidad del lugar permite a los gatos enseñorear incluso la carretera principal donde un ¿persa? ¿maine coon? con aire de pirata vividor y enfurruñado, mira desafiante a los recién llegados.
Aquí nos espera nuestro autobús para regresar a Granada y se pone punto final a la excursión. Aquellos que deseen conocer más sobre esta bonita ruta les recomiendo la visita de la web que le dedican desde la Mancomunidad de Municipios de la Alpujarra granadina, que abunda en información y explicaciones, algunas de las cuales he utilizado para redactar esta entrada. Aprovecho igualmente para agradecer a Rafael el track de la ruta (las dos primeras fotos).